LA CRUZ, LOCURA DE AMOR
Cuando nos encontramos cerca ya de la Semana Santa, el alma y el corazón se nos ensanchan al vislumbrar la posibilidad de vivir, este año por fin, con toda su profundidad el gran misterio de la Cruz, Muerte y Resurrección del Señor. Desafortunadamente, durante los dos años anteriores a causa de la pandemia provocada por el Covid-19, no hemos podido celebrar la Semana Santa en sus manifestaciones más multitudinarias. Invito a todos los cristianos, sobre todo a los cofrades, a escuchar y meditar estos días sobre la Cruz. Muerte y Resurrección del Señor. El Papa emérito Benedicto XVI afirmaba: “En el encuentro con Jesús le quedó muy claro al Apóstol Pablo el significado central de la cruz: comprendió que Jesús había muerto y resucitado por todos y por él mismo. Ambas cosas eran importantes; la universalidad: Jesús murió realmente por todos; y la subjetividad: murió también por mí. En la cruz, por tanto, se había manifestado el amor gratuito y misericordioso de Dios” (29 de octubre de 2008).
Pablo, el apóstol que recorrió todo el Mediterráneo predicando el Evangelio, llegó a escribir en su primera carta a los Corintios esta afirmación: “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles” (1 Cor 1,23). Nunca ha sido fácil aceptar el misterio del dolor, el misterio de la Cruz. Un Mesías que termina sus días sobre una Cruz, aunque la escribamos con mayúscula, no deja de escandalizar a cualquiera.
El no entender el misterio de la Cruz es tan natural que hoy mismo lo seguimos experimentando cuando la Cruz nos visita, no en teoría, sino en la vida real. Pienso en la enfermedad, en la guerra, en la pandemia, en los pobres, en los refugiados. Es cierto que donde hay sufrimiento hay cruz. Pero también es verdad que el sufrimiento vivido desde la Cruz de Cristo Resucitado, se convierte en la santa Cruz.
Desde el inicio del cristianismo, la religión tiene como centro y como razón de ser a un Dios hecho hombre que ha pasado por la Cruz para llegar a la Resurrección. El mismo Pablo que describe la cruz como escándalo y necedad, afirma que era necesario que el Mesías salvara a los hombres, cargando con sus pecados y sometiéndose Él mismo a la muerte, y una muerte de Cruz. Pero Cristo derrota a la muerte con su propia muerte, resucitando, y recibiendo un nombre sobre todo nombre, el nombre divino del Señor (Cfr. Flp 2,9-11). Por eso la Resurrección, el Día de la Resurrección, el Domingo, es el día del Señor.
No olvidemos que es precisamente la fe en la Resurrección lo que motiva el que tantos cristianos, de antes y de ahora, ofrezcan su vida hasta el martirio porque están convencidos de que Cristo vive. La locura de la Cruz es una locura de amor, y solo la puede comprender quien comprende lo que es el Amor, con mayúscula. Tengamos en cuenta que el Resucitado sigue siendo siempre aquel que fue Crucificado.
Queridos cristianos, especialmente los que participáis en las Cofradías de Semana santa, en estos días santos no os canséis de contemplar con esperanza el misterio sublime de la Cruz. Será el primer paso para que la hagáis vuestra, llenos de agradecimiento, y lleguéis así a la gloria de la Resurrección con Cristo vivo.
Con mi afecto y bendición,
✠ Abilio Martínez Varea,
Obispo de Osma-Soria