SALUDA DEL OBISPO DE SALAMANCA – 2022

José Luis Retana

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Queridos hermanos y amigos:

Con la entrada de Jesús en Jerusalén entramos de nuevo en la semana grande del año cristiano, en la que se agolpa y concentra el supremo testimonio de Jesús como el Dios-Hombre fiel hasta la muerte: fiel a su Padre y fiel a sus hermanos, haciendo el querer de su Padre y amando con todas las consecuencias a sus hermanos.

Los preparativos de estas cinco semanas precedentes nos han ayudado a esperar y a vivir estas fechas que se acercan con una renovada conciencia de que, si bien Cristo ha resucitado, nosotros no, o al menos, no en todo. Tenemos necesidad, pues, de poner en nuestra vida el bálsamo de la misericordia y del perdón que Jesucristo nos ha traído.

La Cuaresma es una nueva oportunidad para acercarnos a la Luz que nos ofrece Jesús resucitado, para todas las oscuridades de nuestra vida concreta. Sólo podrá hacer este camino quien desde el primer momento de este tiempo de gracia se ponga en actitud de desear y acoger el regalo que Dios quiere hacernos en este tiempo de conversión.

En estos días vamos a celebrar los misterios de nuestra salvación.

En la procesión de Ramos nos unimos a la multitud de discípulos que, con alegría, acompañan al Señor en su entrada en Jerusalén.

Alegría porque nos permite seguirle, ser sus amigos.

Seguimos al Señor camino de Jerusalén.

Jesús sabe que su camino no acabará en la Cruz: ésta es la gran subida a la cual nos invita a todos. Caminar juntos con Jesús. En comunión.

En la Misa Crismal renovaremos nuestro ministerio, nos pondremos a disposición de Cristo, a entregarnos como Él se entregó.

En la Cena del Señor: El Cordero es símbolo de la liberación de la esclavitud de Egipto. No olvidarla.

Jesús es el nuevo y verdadero cordero que derramó su sangre por todos nosotros. Su amor, con el que se entrega libremente por nosotros, es el que nos salva. Sacerdocio. Lavatorio de los pies. Eucaristía. Mandamiento de Amor.

La Cruz forma parte del camino de Cristo. La figura del Siervo de Yahvé encarna todo el sufrimiento humano y reúne dos suertes aparentemente irreconciliables: la humillación y la elevación, el sufrimiento y el triunfo, la muerte y la vida.

José Luis Retana

Obispo de Salamanca