VIVIR CRISTIANAMENTE LA SEMANA SANTA
Inmersos todavía en el Tiempo de Cuaresma que nos prepara personal y comunitariamente para la Pascua, un saludo para todos los oyentes de COPE Castilla y León y unas palabras con el ánimo de alentar a todos a vivir cristianamente la Semana Santa, es decir, al estilo de Jesús.
El ánimo con el que Jesús, el Señor, afronta su Pasión, Muerte, Sepultura y su mismo futuro y Resurrección viene expresado claramente en el Evangelio de san Juan. Dice el Evangelio: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará. Ahora mi alama está agitada, y ¿qué diré? Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido para esta hora: Padre, glorifica tu nombre» (Jn 12, 23-28).
También podíamos recordar lo que nos dice san Pablo: «No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo. Tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre en su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le dio el nombre-sobre-todo- nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo toda alengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre» (Fil 2, 4-11).
Considero que en estos textos podemos resumir los sentimientos de Jesús: Obediencia a la voluntad del Padre que es salvar a los hombres y así glorificar al Padre. Él la cumple siendo como el grano de trigo a lo largo de su vida, que no vive para sí, sino para dar fruto. No ama su vida ni se aferra a ella, sino que acepta la muerte para dar vida, ser pan de vida. Si como cristianos nos sentimos cautivados por su persona y amor, tenemos que seguirle para estar donde Él está, glorificado, resucitado. Su camino pasa por la angustia, por la turbación y lucha interior, por hacer lo que al Padre le agrada, y confiar en el Padre hasta el final. San Pablo lo dirá con otras palabras: que se humilló, se hizo esclavo, servidor, hasta la muerte y muerte de cruz.
Así deberíamos vivir nosotros, los que estamos marcados, desde el día de nuestro Bautismo, por la señal de la Cruz. Esa señal que el ministro, nuestros padres y padrinos hicieron en nuestra frente. Esa señal nos acompaña toda nuestra vida personal y comunitaria como una llamada a ser cristianos que seguimos y predicamos a Jesucristo y éste crucificado (I Cor 2, 2).
Que el participar en la liturgia propia de la Semana Santa y el procesionar por las calles de nuestras ciudades y pueblos las imágenes tan queridas, nos lleve a identificaros -no sólo estos días sino siempre- con Él. Como lo vivieron la Virgen María, y tantos que nos han precedido en la fe. Viviendo como Él vivió y amó.
Cordialmente en Cristo Jesús, muerto, sepultado y Resucitado.
+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia