No hay Cuaresma ni Semana Santa si falta el rezo del Via Crucis, el tradicional acto devocional que recuerda el camino que siguió Jesús desde su condena a su colocación en el sepulcro tras cargar con su cruz y morir ajusticiado en ella. Sus catorce estaciones recorren algunos de los momentos dramáticos que vivió Jesús en la Via Dolorosa de Jerusalén, de donde probablemente esta devoción se extendió a todo el mundo a partir del siglo V y cuya conformación actual parece fijarse en torno al siglo XVII.
Cada una de esas estaciones jalonan las laderas de acceso a la fortaleza del Cerro de San Miguel, y donde cada Lunes y Viernes Santo cientos de burgaleses se reúnen para acompañar a Cristo en su «Vía Sacra». Hoy sin embargo, el escenario ha cambiado desplazándose hasta la Catedral a causa de la lluvia. Y es que llegada la hora de la salida de la procesión, prevista en la iglesia de San Esteban, con la caída de las primeras gotas los organizadores han decidido trasladar el acto hasta la Seo, improvisando un frenético desfile entre paraguas por las calles Pozo Seco, Fernán González, plaza de la Flora, Diego Porcelos y La Paloma, para atravesar la plaza del Rey San Fernando y cruzar el umbral del templo por la Puerta Santa.
Con las incomodidades del traslado, el Via Crucis finalmente se ha celebrado en el claustro alto del templo gótico y ha tenido un especial recuerdo de oración por la paz en el mundo, especialmente en Ucrania. «Somos hijos de un mismo Padre que tú nos revelaste, pero no sabemos ser hermanos, y el odio siembra el miedo y la muerte», se ha escuchado a duras penas a través de una megafonía alternativa a la inicialmente prevista. «Danos la paz que promete tu evangelio, aquella que el mundo no puede dar. Enséñanos a construirla como fruto de la verdad y de la justicia. Escucha la imploración de María Madre y envíanos tu Espíritu Santo, para reconciliar en una gran familia a los corazones y los pueblos. Venga a nosotros el Reino del Amor, y confírmanos en la certeza de que tú estás con nosotros hasta el fin de los tiempos».
Miembros de las hermandades y cofradías penitenciales de la ciudad han sido los encargados de dirigir las reflexiones, compuestas por el abad de la Junta de la Semana Santa, Saturnino López, y en las que también se ha tenido un recuerdo especial por los afectados por otras guerras, la pandemia y otras catástrofes que ocurren en el mundo, así como a las personas que se afanan por paliar sus consecuencias. Miembros de la parroquia de San Josemaría Escrivá han portado en andas una rústica cruz con sudario.