Las siete palabras de Cristo disipan la lluvia

Las sentencias, grabadas en faroles de cristal, han precedido a la talla del Santísimo Cristo de Burgos, que ha recorrido portada a hombros el centro de la ciudad desafiando la lluvia.

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Siete son las frases o «Palabras» que Jesús pronunció en la cruz momentos antes de morir tras una larga agonía. Recogidas por los cuatro evangelistas, la meditación de cada una de estas sentencias comenzó a extenderse por toda la cristiandad entrado el siglo XVI, después de las predicaciones que jesuita peruano Francisco del Castillo realizaba cada Viernes Santo. La tradición arraigó también en España y, siglos después, Casa Quintana (Zaragoza, 1902) las dejó impresas en siete faroles de vidrio con forma de cruz que custodia en la actualidad la cofradía de las Siete Palabras de Burgos, fundada en 1986. Desde 2018, estos faroles, junto a la réplica del Santo Cristo de Burgos, procesionan el Martes Santo, con salida y regreso a la Catedral, donde tiene su sede esta hermandad, recorriendo las calles de Santa Águeda, Barrantes, plaza Castilla, paseo de la Audiencia, arco de Santa María y plaza del Rey San Fernando.

 

Hoy, después del parón de la pandemia, las siete palabras de Cristo han sido escuchadas de nuevo por los burgaleses que, entrada la noche, han querido contemplar el desfile, en el que el santo Cristo articulado ha sido portado a hombros, desafiando la lluvia. No ha ocurrido lo mismo con el popular rosario penitencial obrero que recorre las calles del Vega, y que ha sido finalmente celebrado en la sede del Círculo Católico. Cada una de las siete palabras ha ido acompañada por las reflexiones de algunos los cofrades sobre cuestiones referentes a la vida de fe.

 

Una talla con leyenda

 

La historia del Santo Cristo está cargada de leyenda. Varios documentos aseguran que llegó a la península en un barco y que el baúl que lo guardaba fue rescatado de una tempestad y traído hasta Burgos. Desde la Edad Media, el Santo Cristo es el mejor embajador de la ciudad y la devoción que arraigó en Burgos se extendió rápidamente gracias a la difusión que le dieron los Agustinos por ciudades de la península y de todo el mundo.

 

Se trata de una talla de origen flamenco y de autor desconocido al que se le dotó de pelo y uñas naturales a base de astas de diversos animales y cuyo cuerpo se recubrió con piel de becerro para dar más realce a las representaciones catequéticas que con él se realizaban en la Baja Edad Media y que también se han recuperado en la mañana del Viernes Santo burgalés. El Cristo está articulado en el cuello, los brazos y las piernas y su interior alberga incluso una calabaza hueca que, según diversas hipótesis, podía llenarse de vino para que saliera por la abertura de su costado, traspasado por la lanzada.