El arzobispo de Burgos, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha presidido esta mañana en la Catedral la solemne Misa Crismal, en la que se bendicen los óleos de quienes van a ser bautizados y de los enfermos y se consagra el Santo Crisma con el que se ungen a los nuevos presbíteros y obispos.
El pastor de la Iglesia burgalesa ha insistido en su homilía en que «desde el bautismo nuestras vidas tienen que ser misión», porque «el ser de la Iglesia es ser misión». Y esa misión es «dar la buena la Buena Noticia, curar, proclamar el Año de Gracia, consolar…». «Hoy es cuando más se necesita esa entrega», ha subrayado, pues la unción sacerdotal «puede llegar a donde las personas más lo necesitan», ya que «algunos ansían a Dios aun sin saberlo». «La unción nos ha capacitado y nos impulsa a entregar la vida». «Tenemos delante una tarea inmensa donde hay tantos campos de huesos secos que necesitan el Espíritu del Señor para ser curados». «Volvamos a decir: aquí estoy, envíame», ha animado a los sacerdotes. «Aunque esté más mayor y tenga menos fuerzas, vuelvo a estar aquí para que me envíes, pues tu fidelidad llega hasta la eternidad».
Aunque ha pedido «evitar encorvar la mirada hacia nosotros», por ser posible fuente de «tristeza y desesperanza», ha exhortado a los sacerdotes a «no escandalizarnos de nuestras propias llagas» y «mirar al horizonte» para que aparezca «la alegría y la esperanza de la misión». También les ha animado a «entretejer nuestra vida presbiteral, a no estar solos, pues la soledad mata»: «¡Ánimo, compañeros, la vida es difícil pero apasionante!», les ha alentado.
En la eucaristía, los sacerdotes también han renovado las promesas de entrega a Dios, a la Iglesia y a los hermanos que realizaron el día de su ordenación presbiteral.