Coherencia y caridad cristiana
Por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 20)
«Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación» (Francisco, Exhortación Apost. Evangelii gaudium, 27).
A pesar de las duras dificultades que estamos viviendo de guerra y de pandemia y de nuestra debilidad personal, la Iglesia en este momento va abriendo caminos a este “sueño” misionero al que el Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, nos invita y alienta. Es este sueño misionero el que os propongo que vivamos también esta Semana Santa, invitación que hago especialmente a las diversas cofradías y hermandades que, con ilusión, se vienen preparando para salir a las calles de la ciudad con sus veneradas imágenes cuando se va disipando –Dios quiera que para siempre- la pandemia del Covid-19 que tanto sufrimiento deja tras de sí.
La Semana Santa con sus oficios litúrgicos propios y la expresión de la devoción popular que se echa a las calles nuevamente después de estos años sin procesiones que hemos sufrido, se presenta como un tiempo propicio para el crecimiento de la fe explícita y confesante del cristiano y como una valiosa oportunidad para la evangelización, ya que las distintas imágenes que procesionan por nuestras calles exponen públicamente la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, elocuente manifestación de los misterios de la Redención. Son evangelio vivo expresado en el arte y la fe pública de los cofrades.
La fe, la devoción y el culto que se manifiestan en las calles por medio de los distintos pasos son como una “semilla” que se siembra para que dé frutos en la tierra de nuestra sociedad, en el corazón de quienes los contemplan en esta sociedad cada vez más secularizada. A imagen de Cristo que ha sido sepultado en la tierra para que resucitando renovara el mundo, así se debe vivir la experiencia de la Semana Santa en las diversas cofradías y hermandades, para que no sea una “semilla estéril” sino una auténtica fe que da frutos. Sí, frutos de santidad, de compromiso cristiano en la sociedad, con una fe viva que se muestre en coherencia de vida, no solo una semana “santa”, sino siempre en una caridad o solidaridad con todos, especialmente con los más necesitados y ahora, sobre todo con las víctimas y refugiados de la guerra de Ucrania, invadida injusta y cruelmente por Rusia ahogando los derechos fundamentales de la persona y de un pueblo a la independencia y libertad. Roguemos para que la paz sea una realidad en esta zona de Europa y en el mundo entero.
La experiencia de las cofradías y hermandades también manifiestan hoy un signo de los tiempos ante un mundo donde aumenta la increencia. Si la pandemia nos ha abierto los ojos a valorar la cercanía del otro; la vida de estas asociaciones de fieles manifiesta que “no nos salvamos solos” sino que con el esfuerzo y el talento de todos y cada uno somos capaces de crear -desde la fe- un mundo nuevo, más humano, más fraterno.
Efectivamente la fe nos conduce al amor (caridad), a la fraternidad, a la solidaridad. Una fe sin obras está muerta (St 2, 17). Por eso la devoción y el culto, nos deben llevar al servicio y a la caridad. «El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día» (Francisco, Carta enc. Fratelli tutti, 11).
Vivamos esta Semana Santa del IV Centenario de la Canonización de Santa Teresa de Ávila, como «un tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega y la caridad fecunda» (Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2022).
Tomemos, en definitiva, en consideración y hagamos realidad lo que nos enseña el Concilio Vaticano II siguiendo la exigencia de Cristo de “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48): “Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad [124], y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena. En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios producirá abundantes frutos, como brillantemente lo demuestra la historia de la Iglesia con la vida de tantos santos” (LG 40).
Con mis mejores deseos de una provechosa Semana Santa 2022 y de agradecimiento a quienes la hacen posible, reciban mi afecto y bendición.
† José María Gil Tamayo
Obispo de Ávila