Procesión de los Romances, declarada de Interés Turístico Regional.
El calendario señala una de las tradiciones más populares del año en Ávila, la Semana Santa. Tradición y religiosidad popular, arte y rezo en las calles, originalidad y dramatismo son las señas de identidad de la Semana Santa de Navaluenga.
Como sucede con cualquier solemnidad festiva, la Semana Santa de Navaluenga comienza a vivirse mucho antes de que lleguen tan solemnes fechas. Los ensayos de los Romances de la Pasión de Cristo impregnan las calles de la localidad de espiritualidad y misticismo antes de vivirse los desfiles procesionales.
Los “Romanceros” ensayan uno a uno los versos escritos por Lope de Vega y publicados en las “Rimas Sacras” Primera Parte en 1614. Sin embargo, los dos últimos romances de los 14 que se cantan no son de nuestro genial dramaturgo, sino de su amigo José de Valdivieso (La Soledad de Nuestra Señora y Al Sepulcro de Cristo).
Las más de trescientas estrofas que componen los romances suponen el acto principal de la Semana Santa de Navaluenga. Durante la denominada Procesión de los Romances del Jueves Santo, dos cuadrillas de romanceros se retan para discernir cuál de ellas recita más alto, más rápido y mejor los romances de Lope de Vega.
No se tiene constancia fehaciente del origen de esta arraigada tradición popular que parece datar del siglo XVII como manifestación de fe durante la Contrarreforma y que se generalizó como acto procesional a mediados del siglo XIX.
Posiblemente, Lope de Vega recogiera en una de frecuentes visitas al Valle del Alberche como secretario personal de D. Pedro Dávila, señor de Villafranca y las Navas, notas folklóricas y romanzas propias del lugar para escribir sus Rimas Sacras.
Durante el siglo XVII, los canónigos de San Agustín de la Real Colegiata Abadía de Santa María de Burgohondo, encargados del culto de la parroquia de Navaluenga, hallarían ahondamiento espiritual en los textos de Lope para las impresionantes manifestaciones de fe del XVII, apoyados en la renovación iniciada en el Sínodo de Ávila de 1617, dando origen a la Procesión de los Romances.
La estructuración de los romances de Lope de Vega divididos en catorce estaciones señala claramente que se trata de un Vía Crucis Penitencial. Por otra parte, la procesión que conserva el mismo recorrido que en el pasado, desfilaba por las afueras del pueblo hasta llegar a la ermita de Nuestra Señora de la Merced, acto que se generaliza en los vía crucis penitenciales.
Durante la procesión se realiza una parada en la ermita de la Meced para que las mujeres entonen desde su interior “La Despedida”. No está claro el origen de la devoción de la ermita a Nuestra Señora de la Merced, ni su relación con los mercedarios, pero es significativo que en entre las manos de la talla original de la Virgen de la Merced, desaparecida durante la Guerra Civil, aparecieran unas cadenas de preso como evocación a la dedicación de los mercedarios al rescate de presos cristianos en tierras sarracenas. Una evocación durante la procesión de los romances al reo que carga con la cruz, con los pecados del mundo, con las cadenas del pecado.
Ya en el siglo XIX los romanceros solteros y casados se desafiaban en la Procesión de los Romances, intentando imponerse en voz y sentimiento ante la atenta mirada de sus convecinos. Aquí es donde aflora el sentimiento de este pueblo abulense que canta a la muerte, al perdón, al dolor, a la injusticia y a la soledad del Hijo de Dios en su pasión, tradición que han aprendido de sus mayores a través de los siglos.
Como dicen los romances:
“De luto se cubre el cielo
y el sol de sangriento esmalte,
o padece Dios o el mundo
se disuelve o se deshace.
Al pie de la cruz María
está con dolor constante,
mirando al sol que se pone
entre arreboles de sangre”.
Inicialmente reservada sólo a los hombres de la localidad – solteros contra casados- se ha abierto en los últimos años, también a las mujeres, dando una gran variedad de tonos a los coros.
Lo que en un principio comenzó como una tradición popular, sin organización, se ha ido convirtiendo en el acto principal de la Semana Santa de Navaluenga, reuniendo a miles de personas en el denominado “Pique” o reto de las cuadrillas, al finalizar la procesión.
Durante el “Pique” se vuelven a entonar los romances, pero esta vez aún más rápido y más alto, costumbre que dura hasta que una de las dos cuadrillas se equivoque de verso, pierda la voz, o no sea capaz de seguir el ritmo impuesto.
La tradición dice que si finalizado el pique ninguna de las cuadrillas pierde al no equivocarse, una de ellas, al azar, entonará un verso debiendo la otra cuadrilla responder inmediatamente con el verso posterior para discernir cual de las cuadrillas se alza con la victoria.
En el pasado, la cuadrilla perdedora invitaba a limonada y bollitos a los vencedores, en la actualidad es el ayuntamiento quien invita en la plaza del pueblo a todos (vecinos y visitantes), mientras que se entonan canciones típicas de la zona.
Dada la originalidad y expectación que despierta el “Pique” de la Procesión de los Romances, La Comisión Permanente del Consejo de Turismo de la Junta de Castilla y León, reunida el 16 de julio de 2009 ha declarado Fiestas de Interés Turístico Regional “La procesión de los romances” de Navaluenga, Ávila.
DESFILES PROCESIONALES
Finalizados los oficios litúrgicos de Jueves Santo con el traslado del Monumento a uno de los altares colaterales que custodia el poder Ejecutivo y Judicial en los bastones de mando del Juez de Paz y del Alcalde-Presidente del Ayuntamiento, el coro entona “La Cena” y “El Prendimiento”, señal inequívoca para los banceros que se acercan para portar a hombros su paso. En torno a las seis de la tarde da comienzo la procesión de los romances, puntual a su cita cada año desde el siglo XIX.
Los romanceros que salen de la iglesia unos minutos antes de que finalicen los oficios se agrupan para constituir las dos cuadrillas que se retarán durante todo el desfile procesional. Para aplacar sus nervios aprietan sus fajas, se colocan las medallas y entonan en voz baja los primeros versos de los romances para “calentar” la voz.
El capataz de cada imagen observa la distancia que deben guardar entre sí las imágenes para permitir el correcto desarrollo de la procesión. Abrirá el desfile la cruz procesional portada por los monaguillos; a continuación, el estandarte de la Hermandad de los Romanceros que precede a la imagen del “Amarrado a la Columna”; le sigue “El Nazareno de la Caída” y, tras él, la imagen del Cristo de la Veracruz, talla barroca del siglo XVII recientemente incorporada a la procesión.
Los romanceros ocupan el espacio central que separa los pasos del Cristo de la Veracruz y La Dolorosa para entonar, durante toda la procesión, los más de mil doscientos versos escritos por Lope de Vega dedicados a la Pasión.
En la noche del Viernes Santo, el silencio, la austeridad, el humilde procesionar al lado de la Santísima Virgen de los Dolores y el Santo Sepulcro por las angostas calles de Navaluenga, tenuemente iluminadas por cientos de velas, produce en el espectador un sobrecogimiento que invita a la meditación por la espiritualidad y el recogimiento que se respira en la Procesión del Silencio. Los redobles de tambor y las marchas de la Banda Municipal indican el paso de los braceros que portan a hombros a la Dolorosa.
El último desfile parte el Domingo de Resurrección de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Villares, para encontrarse Madre e Hijo frente a la puerta del poniente. De ahí le viene su nombre “Del Encuentro”. Una vez finalizado el mismo, La Dolorosa es despojada del luto, luciendo un precioso manto blanco. Como novedad desde el año 2004, la Banda Municipal de Navaluenga ha enriquecido esta procesión con su presencia, sones y marcha.
Juan Carlos Grande Gil
Hermandad de los Romanceros de Navaluenga.